*En la iglesia del Pueblo Mágico de Coatepec, un busto de bronce del padre católico, Juan Manuel Martín del Campo, llamado exorcista arquidiocesano
Javier Salas Hernández
Coatepec, Ver.– Por las calles del Pueblo Mágico de Coatepec los demonios están contenidos. No andan sueltos, dicen.
Aquí se quedó Martín como el protector contra las fuerzas demoniacas que acechan a quienes juegan con fuego.
En el ala izquierda de la Iglesia “San Jerónimo”, edificio que aún tiene impregnado el aroma inconfundible que emana del procesamiento del tostado de café, está el padre Juan Manuel Martín del Campo, el llamado exorcista arquidiocesano desde el año 1987 hasta 1995.
Sus restos descansan en la Iglesia de la que fue párroco. Tan solo en 10 años se ganó el cariño, respeto y admiración de los habitantes de esta región cafetalera de Veracruz.
Un busto de bronce en honor del sacerdote oriundo de Lagos de Moreno, Jalisco, quien está en proceso de beatificación.
Con un rosto afable y de mirada tierna, que no podría ser de otra manera, pues fue alumno del santo San Rafael Guizar y Valencia, otro párroco que nació en Michoacán, pero adoptado como hijo veracruzano.
Los pobladores se sienten protegidos por uno de los exorcistas más reconocidos del país. En 1987 el padre Martín del Campo fue designado exorcista diocesano por el arzobispo Sergio Obeso Rivera. A partir de ahí fue como el Arcángel San Miguel, príncipe y caudillo de los ejércitos celestiales.
Aunque el padre Juan Manuel no empuñó la espada, sino los frascos de agua bendita, la estola morada y la cruz para derrotar cientos de veces a los demonios que poseían a las personas y arrebatarles las almas que pretendían llevarse.
El próximo mes de noviembre se cumplen 30 años de su último exorcismo, el que se convirtió en el más famoso y conocido y que logró que algunos que lo presenciaron se convirtieran a la fe católica.
Ocurrió en 1994 en lo que ahora es el Centro de Alta Especialidad “Dr. Rafael Lucio” de esta ciudad. Ahí exorcizó a la hija de una señora dedicada a la santería. El propio sacerdote comentó que fue un caso grave y difícil, pero logró vencer, una vez más, al maligno.
Él mismo contó que la posesa no sabía que iría, y cuando entró al hospital, la mujer poseída externó con voz terrorífica “ahí viene el Martín”.